Es un 24 de Diciembre, Nochebuena, en la oscura y cálida noche zuliana se deja sentir una fresca brisa que recuerda el paso de los vientos alisios y que en el común llaman el "frío de diciembre". El patio de la casa, decorado con luces de colores alusivos a la Navidad, la familia se reúne para recordar anécdotas del año que en unos días está por acabar; por primera vez en mucho tiempo no se oyen cohetes, ni la Billos y mucho menos casas adornadas, es el resultado de una crisis que ha golpeado hasta la Navidad de los venezolanos.
Sin embargo, a pesar del ambiente tenso de los días recientes, algunos venezolanos han aprovechado la ocasión para reunirse, estar juntos, darse apoyo en la circunstancia que nos abruma y así, las horas se dejan pasar a la espera del nacimiento del Niño Jesús, pero antes, un pequeño detalle, en la víspera del momento, se hace la tradicional cena navideña y es aquí donde, quien les escribe, siente un momento de profunda reflexión. En ese instante, justo antes de disponer del plato navideño lo observo fijamente, su contenido: Porciones iguales de Pan de Jamón, Hallaca, Pernil y Ensalada de Gallina.
En ese breve instante de observación inicial me invade un pensamiento en forma de pregunta que, al día de hoy, y en vísperas de recibir con los brazos abiertos el 2017, no consigo darle una respuesta clara. Esa pregunta es: ¿Cuántos venezolanos se habrán podido disfrutar una cena de éstas características?
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